sábado, 22 de marzo de 2014

Preguntas fundamentales

Como todos sabemos, los niños suelen preguntar "¿por qué?" sin parar, y no tardan en escarbar en algunas de nuestras creencias más fundamentales. Los filósofos tienen esta misma tendencia infantil a cuestionar lo fundamental, a hacer las preguntas básicas que, en nuestra vida diaria, no se nos ocurren porque pertenecen a lo que normalemente damos por sentado.
El sueño de la razón produce monstruos capta el espíritu de la Ilustración y su énfasis sobre el papel de la razón para disparar el miedo, la incertidumbre y las supersticuiones.

Aunque pensar de forma filosófica puede ser estimulante, también puede ser perturbador. Cuando empezamos a pensar así, lo hacemos sin red de seguridad. El suelo firme bajo nuestros pies puede desaparecer rápidamente y dejarnos sobre el vacío. Esta sensación de vértigo intelectual es algo común en la filosofía. No es de extrañar que muchos prefiramos no pensar en esos temas o considerar muchas cuestiones, sino que prefiramos quedarnos donde nos sentimos seguros.
Pero vale la pena correr el riesgo. Cuestionarse lo fundamental puede ser muy fructífero. Algunos de los descubrimientos científicos más importantes han surgido cuando los científicos se han planteado esas cuestiones. Einstein señalaba que una de sus grandes inspiraciones le llegó tras leer al filósofo del siglo XVIII David Hume (que ya hablaremos de el más adelante), que hizo cuestionarse lo que los demás presuponían que era cierto.
No solo los científicos se pueden beneficiar de cuestionar lo fundamental. Algunas de las ideas políticas y morales más importantes han sido desarrolladas por personas que deseaban cuestionar y en algunos casos rechazar, lo que casi todo el mundo presuponía como cierto. No hace demasiado tiempo, se consideraba obvio en la mayoría de occidente que la esclavitud era algo moralmente aceptable y que el lugar de la mujer estaba en casa. El progreso moral y político de estos temas lo iniciaron los que dieron  un paso adelante y se cuastionaron lo que los demás daban por sentado. La civilizción occidental le debe mucho a aquellos preparados para pensar y cuestionar lo que los demás daban por hecho.

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